Apología al plagio

Hace unos días tuve un debate con un profesor por los plagios. Él decía que el asunto estaba en que los muchachos no querían hacer nada y que por eso se pasan copiando y pegando sus tareas. Cosa que es absolutamente cierta: es casi imposible hacer que alguien haga algo cuando lo que quiere hacer es nada. Mi planteamiento pasaba por el hecho que los estudiantes se copian porque los profesores hacemos las mismas preguntas y así de fácil les queda. “Escriba un resumen de tal obra”; “realice una reseña de tal película”; “identifique los verbos de tal poema”. El plagio debe dejar de mirarse como un asunto económico y empezar a verlo como un asunto estratégico.
Occidente, todo, enterito de cabo a rabo, es un gran plagio. Nadie inventa nada de la nada. Venimos aseverando los saberes del filósofo griego; repitiendo las canciones de los juglares, dimensionando los pensamientos de los filósofos; repitiendo las notas de los egipcios. Durante la Edad Media y el Renacimiento, la idea del plagio no existía. Todos lo hacían. Era una forma de darle vida a nuevas expresiones. El asunto recae en la forma como enunciamos; el asunto es no copiar literalmente y atribuirse la autoría.
A grandes rasgos lo que diferencia al “creador” del plagiador, es que el autor toma ideas e información elaboradas por otras personas, pero las combinan de manera original, novedosa para crear un nuevo objeto, un nuevo saber. Ahí está Jesús, que es dios, pero también fue Ra, Zoroastro, el gran plagio.
Todo esto para llegar a la misma conclusión: nadie inventa nada; todo está hecho. Los griegos lo hicieron y con materiales que duran dos mil años. Lo anterior es paradójico si decimos que vivimos en la sociedad de la información, donde te acusan de plagio si utilizas más de 60 palabras de una obra publicada. Lo que les interesa, a los banqueros, es el recaudo del dinero por concepto de propiedad intelectual, (estos han sido un invento de la modernidad, las categorías de autor, editor y editoriales aparecen y los libros se convierten en grandes empresas comerciales).
Si la propiedad intelectual se aplicarán tal cual está estipulado en los contratos de las organizaciones privadas que se encargan de cobrar, todos estaríamos quebrados o en la cárcel. El planeta tal y como lo conocemos sería otra cosa. Desde esta perspectiva estamos ante una lógica terrible, que limita la información a quien tenga dinero para adquirirla.
Para los recaudadoras, de la propiedad intelectual, si un acorde tiene más de 4 notas seguidas idénticas a la secuencia de otra composición (aunque el autor o autores de esa canción no sean conocidos) se considera plagio, o hay que pagar. De hecho, si se recaudan los derechos de autor de Mozart, desde que compuso hasta la actualidad, él podría haber comprado todos títulos mineros, expirados por el plagiador de Santos.
Todo lo anterior, explica por qué los reguetoneros no pueden ser denunciados: sus discos sólo tienen tres notas.