Ela Minus, Nicola Cruz, noche de lluvia y época de cosecha

Por: María Camila Trujillo Vargas
*Canción sugerida para leer este texto: https://www.youtube.com/watch?v=N74gNJPXRcA
Hay algo en la música que la convierte en un elemento inseparable de nuestra humanidad, y es el potencial evocador que tiene. A diferencia de las imágenes, que pueden tornarse difusas con los años, un sonido puede transportarnos en el tiempo y el espacio, y llevarnos a ese lugar recóndito de la memoria, donde habitan recuerdos que creíamos olvidados.
Es por esto, que artistas como Nicola Cruz o Ela Minus, congregan decenas de personas y las envuelven en un sinfín de posibilidades sonoras, evocando emociones, sensaciones, sentimientos y transmitiendo una energía impresionante.
El pasado 21 de mayo, estos dos artistas se presentaron en Mikasa Bar, espacio que se ha convertido en un escenario de encuentro, y que con su propuesta independiente, genera en la ciudad de Cali una apertura al mundo a través de la música. El evento inició desde la tarde con música del pacífico colombiano y con muestras de gastronomía autóctona de la región.
Luego llegó la noche, salió la luna y apareció la gente. Todos estaban a la expectativa de lo que sucedería, pues si bien había personas que ya conocían a los artistas, muchos de los asistentes ignoraban lo que estaba por venir. Mientras dos Djs de la escena nacional, Jack Uuh & Gioxy, encendían la noche con una deliciosa mezcla electrónica, una mujer vestida de blanco, fue apareciendo y encantando a todos con su mirada y sus alas tatuadas en la espalda.
Era Ela Minus, quien se preparaba para comenzar la puesta en escena que enamoraría a los asistentes de la fiesta. Con su voz melódica entre beats y movimiento, Ela Minus transportó al público a otra dimensión emocional, demostrando que en Colombia existen proyectos sonoros que rebasan los límites de lo convencional.
Por su parte, Nicola Cruz logró con su propuesta musical una mediación entre el pasado y el presente; un encuentro entre lo ancestral y lo contemporáneo, reflejando que a través de la música podemos encontrarnos con la historia que nos precede y con esa sensibilidad que nos recuerda que aunque no sabemos para dónde vamos, tenemos un origen común desde donde venimos.
Diferentes culturas del pasado utilizaban la danza, las voces, los tambores y las flautas para invocar la lluvia y asegurar una época de cosecha. Estos rituales tenían como finalidad limpiar la tierra de espíritus malignos y exorcizar esos demonios que poseían a la humanidad. Fue curioso, porque mientras Nicola Cruz estaba en el escenario, la lluvia empezó a caer progresivamente, llenando a los asistentes de una fuerte energía vital y convirtiendo esa noche en una especie de ritual colectivo, que además de transportarnos a un pasado desconocido, logró sacarnos por un instante de nuestro rutinario presente.
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- Foto: Daniel Gaviria
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