Levels Building, un templo a la música en la avenida sexta
Por: Sebastián Barona
Lo primero que sientes al pasar es que el edificio tiene un aire sagrado. Un impulso justiciero exige detenerse a contemplarlo, como si se tratara de la pieza central en la colección de un museo vivo, la sexta. Esta avenida tejida con retazos de memorias incalculables, asociadas a miles de emociones, desde el orgullo hasta la decadencia con todos sus grises. A unos pocos pasos de allí fue forjada esta obra, como un faro lejos del mar o una catedral de lo cotidiano. El caminante desprevenido puede llegar a creer que acercarse requiere ciertos ritos y se preguntará “¿De dónde surge la necesidad espontánea de honrar los edificios?
El arquitecto que se lo imaginó, Rodrigo, en medio de su irreverente juventud, no debió dudar en absoluto que se trataba de una gran idea, con plena conciencia que un tiempo después algún ingeniero desconcertado, tendría que desempolvar sus más valientes cálculos, pues la estructura está compuesta de cientos de ángulos inusuales en nuestro paisaje recto y cuadriculado, de abundantes terrazas desde las que ladran perros asoleados y se acumulan las matas olvidadas. Sobresale el naranja que aportan los ladrillos, toscos, rústicos y ciertamente cálidos. Estos, piso tras piso van formando los arcos frontales, y en su interior resguardan vidrieras azuladas, brillantes, con esqueleto metálico. Podría ser una mezcla entre iglesia gótica y templo pagano.
Los edificios, hasta los más grandiosos, no se llenan de significado por sí mismos, sino por cómo y por quienes son usados. Por eso no sorprende que antiguos teatros, ahora puedan ser bibliotecas silenciosas, o antiguas cárceles coloniales, universidades de pensamiento libre. Éste espacio que invita a ser descrito y redescubierto, ha tenido en sus largas décadas de vida las identidades más variadas, en antaño un particular centro de negocios y hasta hace poco, una de sus etiquetas más tristes, la de edificio abandonado. En ese episodio del tiempo aparece entre otros Andrés Macías, tipo barbado y de voz grave de tonos bogotanos, es ahora el regente de estos solemnes cinco pisos, quien con grandes aliados los ha ido llenando de sueños cumplidos. Él gobierna las noches del lugar y habrá dedicados ciento de horas para elegir cuidadosamente dentro de las infinitas posibilidades de la música (su gran pasión) las canciones correctas que ahora dan vida al lugar.
Andrés junto con muchos de sus grandes amigos, ha dedicado gran parte de su vida a crear espacios de entretenimiento, es lo que mejor sabe hacer, cuidar los detalles. Entiende perfectamente los poderes de la música para unir, divertir o sanar y desde su llegada temporal a Cali hace diez años, no ha parado de soñar con nuevas posibilidades. Una tarde mientras caminaba hacia su casa, descubrió por casualidad la torre abandonada, recorrió aquella calle decenas de veces, asomándose entre las rejas con inmensa curiosidad. Meses después y con la música a tope no deja de sorprenderse cada vez que comienza a subir por las imponentes escaleras en espiral. Estas desembocan en la terraza desde la cual se pretenden homenajear las preciosas tardes que se reserva esta ciudad en medio de funk, soul, disco cocteles y tertulia.
Ahora el orgulloso nombre del edificio es “Levels Building” el espacio ya existía en la ciudad, pero cambió de piel, por una más brillante y prometedora. Quienes asciendan por los pisos y los habiten, seguramente van a curiosear la redondez del techo o no podrán evitar sentarse entre los arcos de las paredes. Las músicas de su ciudad les envolverán y entre niveles tenderán puentes unas con otras, muchos sentirán que un lugar así les hacía falta, para saturar sus sentidos y para escribir memoria de las gloriosas horas de esta ciudad tropical.
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