Madre mía, Jarabedepalo.

Por: Sebastián Barona.
Hay un enorme árbol erigido sobre un terreno que alguna vez albergó las esferas más altas de la sociedad caleña y que hoy es sólo piedras en el suelo, andamio de metal y plástico arriba; para que no se moje la cultura. El éxito del enorme Ent, radica en que se alimenta de los sonidos que producen los músicos encaramados en la madera que resguarda con sus tantas ramas y hojas. Como simbiosis entre artistas y Árbol, pequeños seres que le hacen cosquillas en las raíces.
Desde las cómodas alturas lo ha visto y escuchado todo, salseros, rockeros, Fans con problemas de presión, desórdenes mentales, borrachos ocasionales, generaciones disímiles, ron, lasaña, fila de baños públicos, senos que reparten licor, los toreros muertos, Zoé, Superlitio, Los Hermanos Lebrón, a Renso, el Grupo Niche, organizadores mamagallistas de eventos, periodistas de revistas decentes, hermosísima decadencia, cosas que él mismo puede contar…
Todo transcurrió de forma natural aquella noche en los alrededores de la Carpa del Club San Fernando, la misma fauna de siempre. Víboras revendedoras, agentes pubertos del estado, gorilas de seguridad, y en el interior manojos de florecitas rockeras, dromedarios nostálgicos, carroñeros del teleobjetivo, madre mía, cuánta enumeración. El evento inició puntual, un par de minutos más allá de las 8pm, el Karaoke estuvo divertido, pero era de hora de escuchar a los señores de Suburbia, inscritos en el hard rock. Habían ganado la guerra de bandas el día anterior, no les dieron muchos minutos, pero rockearon como si fuera la última vez, sedujeron y se marcharon aplaudidos.
Lo que ocurrió después fue un atragantamiento masivo de palabras que la pantalla decía cuando cantar, combinado con los esfuerzos de Dj´s gorditos, animadores por excelencia de lo que sea, desde Barney hasta Calero. Prometieron guaro a las parejas felices, y entradas para un próximo concierto de un tipo que se llama Romeo. Pura ilusión, entonces recordé la generosidad de Jorge Barón, si bien se puede dudar de lo higiénico del agüita que pasa por una manguera de bomberos, nunca le falló a su gente. De cualquier manera funcionó, llegamos al siguiente show con el mínimo de quejas. Andrés Cabaret entró a escena confesándose romántico, su repertorio incluía algunos covers y canciones propias, “hay un verano” sonó estupendo.
Todas las sillas se mantenían alineadas, era “selfie time”. Desde arriba nos recomendaron beber como la cura para la impaciencia, era una mezcla de ansiedad con expectativas, apaciguadas por el Karaoke; su eficacia para entretener variaba según la popularidad de la canción. Finalmente apareció Mojito lite, músicos que ya cuentan con una notable trayectoria, integrada por artistas de diversas nacionalidades. La fuerza de su show estuvo en la combinación de las dos potentes voces Laura Mayolo y Juan Manuel Medina, quienes no se guardaron nada en su presentación, esta incluyó él éxito radial “Si te molesta” acompañada a gritos por cada mujer posible en un par de kilómetros cuadrados.
Los técnicos se apresuraron como nunca con el montaje porque no hubo: “i was made for loving you baby”, ni “G u a i e n c i e y “ que contuviera las ganas de tanta gente por oír a Jarabedepalo. Con las primera pruebas de sonido todos perdieron la compostura, intentando estar lo más cerca posible del escenario. Hubo desfile de fotógrafos y las sillas que habían permanecido prácticamente inmóviles a lo largo de todo el concierto, fueron arrastradas sin rumbo fijo por la corriente. Jarabedepalo subió las escaleras para apoderarse de la noche y para complacer al Árbol. Fueron tres deliciosas canciones antes del saludo, “Buenas noches Cali, ¿estabais enfurecidos?…” algunas palabras que resultaron complacientes, pues lo que seguía estaba destinado a calar hondo en cientos de memorias. “Canten lloren, disfruten, que nosotros vinimos a eso”. El desaliñado Pau Donés sonaba idéntico en vivo. Al parecer no soporta las mangas, tenía los jeans rotos atrás, tratándose de un Rock Star, está de más imaginar explicaciones. Ahorró la barba de un par de meses y escondía bajo la gorra infidencias que gritaron a todo pulmón las muchachas. – !Marica está muy viejo!- ¿Eran las canas, las arrugas, el trasnocho, la publicidad engañosa? Pocos saben que eran treinta los años que tenía Pau, cuando una tarde de 1996 conoció en la Habana a la flaca que le arregló la vida, era una noche de pasión caribeña, era un acento extranjero. Tras una jornada de tragos el español consiguió seducir tremendísima mulata, la cargó con facilidad hasta la cama del hotel y allí, su obsoleta humanidad le traicionó, en medio de la efervescencia el conquistador cayó Dormido. Lo peor fue despertar atropellado por una mañana trágica y solitaria, ella ya no estaba y sólo dejó veinte versos en una cabeza.
El tipo que estaba en la silla de enfrente y que había separado otra para su ron, se enteró primero que todos que era “Depende” la canción que sonaba, un verdadero fan, capaz de descubrirla a pesar de los arreglos de piano y saxofón que vienen proponiendo la banda es sus última giras. Con estos detalles, fueron interpretando éxito tras éxito acumulado a través de tantos años de trayectoria que sólo le pasaron a Pau Donés y en especial a su guitarrista principal, viejo zorro de las cuerdas. Quienes estuvimos allí, siempre recordaremos que fue inevitable acompañar con nuestras voces legendarias canciones, a veces hasta cantar solos “El lado oscuro” “Hay dos día en la vida” “La quiero a morir” y “La flaca” la cuál dicen que se escuchó hasta la sección de urgencias del HUV.
Valió la pena la espera, valió la pena cada lata de cerveza destapada en tal ambiente, Jarabe sorprendió y en especial su veterano vocalista, quien aún puede rapear, despelucarse y hacer ángeles en el suelo como si estuviera en sus veintes. Tras la clásica despedida y regreso, tristemente todo terminó. Alguna que otra muchacha extasiada intentó llegar hasta los brazos de los músicos, sólo para terminar en medio del abrazo de algún Segurata. Hasta pronto Árbol.
- Renso Delgado
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